lunes, 7 de marzo de 2016

4.5.3 LA MÚSICA INSTRUMENTAL BARROCA, ESCUELAS Y COMPOSITORES

  Italia.
    Como en la ópera, el estilo italiano será el primero en definir las reglas del juego. Lo hará sobre todo a través de la práctica instrumental de conciertos y sonatas, formas en las que predomina la cuerda, fundamentalmente el violín. Entre los compositores que más contribuyen a la definición de este estilo italiano podemos citar a:
 A. Corelli: sus obras principales (cuatro colecciones de 24 triosonatas, doce sonatas para violín y continuo y 12 concierti Grossi) fueron propagadas e imitadas por sus discípulos y consideradas como el viejo testamento del estilo instrumental del siglo XVIII.
El nuevo testamento lo establecieron músicos venecianos, especialmente A. Vivaldi: llegó a componer 500 conciertos de todo tipo, influyendo decisivamente en otros autores de la época, J. S. Bach incluido. En todos ellos, un instrumento, dos, tres o cuatro se enfrentan al tutti, contrastando las ideas por medio de dinámicas en terraza. Casi todos constan de tres partes (Rápido, lento, rápido) y normalmente se construyen bajo una sencilla fórmula de episodios alternantes: en los rápidos, 4 ó 5 del tutti alternan con 3 ó 4 de los solistas, mientras que los lentos necesitan menos episodios.  Geminiani, Locatelli, B. Marcello, Pergolesi, Tartini, etc.
    Francia.
    Desde la segunda mitad del XVII y hasta los años centrales del siglo XVIII la música francesa conseguirá expresarse de manera muy distinta a la que los italianos impusieron en toda Europa. Entre las características de este estilo francés podemos destacar:
 -Mientras la música italiana tiende a ser abstracta, la música francesa tiende a la expresión de algún estado de ánimo, indicado mediante una palabra puesta al comienzo de la pieza.
-Al contrario que los italianos, los franceses no tocaban, o cantaban, exactamente lo que escribían lo que les acarreó problemas para ser entendidos fuera de Francia.
-Lo más típicamente francés es el deleite con breves y graciosas piezas de danza, con melodías muy adornadas, hechas para ser degustadas no en los grandes conciertos sino en los pequeños salones, intercaladas entre los movimientos de una sonata al estilo italiano.
    -El clavecín  es el instrumento que mejor representa el estilo Francés.
Entre los compositores debemos destacar a:
 F. Couperin (llamado el grande para distinguirlo de sus muchos familiares también músicos). Es autor de cuatro libros con más de 250 piezas para clavecín. Son una verdadera miniatura de elegancia y finura musical y constituyen el mejor ejemplo de lo galante.  En ellas no encontramos los grandes desarrollos temáticos o contrapuntísticos propios de los alemanes, ni tampoco las incansables repeticiones de la anterior suite Francesa. Todas disponen de un título con el que tratan de sugerir impresiones en la mente del espectador. De alguna manera preludian el impresionismo francés (Ravel y Debussy se considerarán hijos espirituales de Couperin y de Rameau). En “el arte de tocar el clavecín” establece una serie de principios para interpretar elegante y correctamente la música de clavecín.  J. P. Rameau. Destaca como teórico (publica su famoso tratado de armonía en 1722. En él establece las bases de la armonía moderna en las leyes de la acústica, siendo el prototipo del racionalismo en música), como clavecinista (Es autor de tres colecciones de obras para clavecín. Suelen tener la forma de la suite de danzas o la variación; caracterizándose su estilo por la solidez y claridad de la armonía), y como compositor de óperas (el teatro comienza a atraer su atención a la avanzada edad de 50 años, produciendo óperas que le darán renombre universal).
   Alemania 
    Sorprendentemente para muchos, lo germánico fue constituyéndose en una alternativa a los estilos francés e italiano que terminaría por triunfar en los años finales del siglo. Entre los más importantes músicos alemanes podemos citar a:
    Georg Philipp Telemann. Compositor muy fecundo, su amplísimo catálogo abarca todos los géneros: óperas, oratorios, cantatas (en número de 1700), misas, más de medio millar de obras instrumentales, etc. Aunque no desconoce lo francés, su estilo es el italiano, pero dirigido no tanto a la aristocracia sino a una la burguesía ilustrada a la que proporciona (mediante un ingenioso sistema de venta por suscripción) Tafelmusik, o música para tocar en casa alrededor de una mesa.
    J. S. Bach (1685-1750) es el músico que representa la cumbre de la música barroca alemana y una de las más altas montañas de la música europea.  Él y Haendel representan la culminación del barroco. No inventan formas ni estilos nuevos, sino que, fundiendo todas las escuelas y estilos europeos, perfeccionan una época que alcanza su cima con ellos.  Bach en vida no fue debidamente conocido y estimado como compositor aunque sí como un prodigio al órgano. Su figura cae en el olvido durante los años posteriores a su muerte hasta que Meldelsshon resucita su figura el 1829.  Posee un portentoso conocimiento del contrapunto. Prolonga el contrapunto gótico-renacentista a través de la imitación, el canon y la fuga con tal maestría que jamás ha sido sobrepasado en este aspecto. En la segunda mitad del siglo, ante la imposibilidad de superarle en este terreno, la música se ve obligada a derivar hacia otros derroteros. Recibirá influencias, entre otros, de Correli y sobre todo Vivaldi (transcribió algunos de sus conciertos). Compuso para casi todas las combinaciones y géneros  instrumentales (excepto la ópera) en uso en la época a los que aplicó el principio preferido de la imitación, el canon y la fuga. Sin embargo sus preferencias instrumentales van por el órgano, el clavecín y la orquesta de cámara (en ese orden). Las obras para órgano son sus preferidas. Suelen desarrollarse en dos partes: preludio (sustituido a veces por la fantasía o la tocata) de carácter más libre y anodino y la fuga (más elaborada, rígida y maciza).  Parte de su producción para clavecín ha sido comentada al hablar de la fuga. Otras obras que merecen citarse son: suites (francesas, inglesas y alemanas), variaciones Golberg (30 variaciones sobre un tema de su discípulo Golberg), álbum de Ana Magdalena Bach, etc. 
Se conoce como Clave bien temperado los dos libros de preludios y fugas compuestos por Johann Sebastian Bach en todos los tonos y semitonos, mayores y menores, de la gama cromática. Cada libro consta de veinticuatro grupos constituidos por un preludio y una fuga en el mismo tono, empezando en Do mayor y acabando en Si menor. Aunque en la actualidad estas piezas se interpretan casi de forma exclusiva al clave o al piano, según se trate de una lectura historicista o de una lectura moderna, Bach ofrecía la posibilidad de que se tocaran con cualquiera de los instrumentos de teclado habituales de su época: clave, clavicordio u órgano.
 
En lo que respecta a su música de cámara ha dejado un gran número de obras para múltiples combinaciones instrumentales: sonatas para violín (agotan virtuosísticamente los recursos polifónicos del instrumento), para flauta, para viola, conciertos del tipo grosso (conciertos de Brandemburgo), etc.
     J. F. Haendel (1685-1759).
 Pocas músicas como las de Haendel existen con tan clara y reconocible personalidad. Es un aglutinador de todos los estilos: nace en Sajonia en 1685 y allí aprende los secretos de la tradición musical Alemana; viaja a Italia dónde se empapa de las técnicas del estilo italiano y por fin terminaría instalándose en Londres donde acabaría convertido en gloria nacional. La tónica general de su estilo es la brillantez, la teatralidad, la majestuosidad, sabiendo obtener los más grandiosos efectos a través de los medios más simples, amoldándose a los gustos y modas del público y a los recursos instrumentales y vocales de los que disponía en cada caso.  Por lo que respecta a la música instrumental podemos decir que la suite y el concierto grosso, con evidentes influencias italianas, son sus formas preferidas. Entre sus obras destacamos: 12 conciertos para órgano y orquesta (modalidad introducida por él mismo), 22 conciertos para orquesta (concerti Grossi), triosonatas y sonatas a solo en las que la influencia de Corelli es evidente, suites para clavecín y las suites para orquesta  tituladas Música acuática y Música para los reales fuegos artificiales.

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