lunes, 16 de mayo de 2016

6.3 LA OPERA ROMÁNTICA ITALIANA

Italia, que llevaba la batuta en la ópera desde su nacimiento allá por el siglo XVII, seguirá conservando su hegemonía en este campo durante el siglo XIX (único género en el que destacará) aunque compartiendo protagonismo con Alemania y Francia.
Como rasgos generales de la ópera italiana del XIX podemos señalar:
-Don melódico incomparable.
-Cierta superficialidad hasta la llegada de Verdi.
-El coro adquiere progresivamente mayor importancia.
-Las óperas italianas de esta época siguen siendo el repertorio más interpretado por parte de los cantantes actuales.
EL BEL CANTO
Entre sus principales cultivadores debemos señalar a:
Rossini (1792-1868): gran continuador de la tradición Mozartiana. Fue sin duda el compositor más popular de su tiempo. Su éxito internacional fue tan espectacular que, a pesar de su prolongado silencio de más de 40 años, eclipsó a todos los operistas contemporáneos y sepultó en el olvido a todos los anteriores. En su trayectoria artística podemos distinguir un cambio de estilo:
Óperas como “Don Tancredo”, “El barbero de Sevilla” y “Semíramis” se caracterizan por un estilo algo superficial, más apropiado para la comedia que para la tragedia, lleno de sensualismo y de concesiones introducidas para halagar al público. En 1829 compone “Guillermo Tell”, lo mejor y último de su producción. Sin saberse todavía el porqué cesa aquí su producción musical a excepción de algunas piezas como el conocido “Stabat Mater” y su “pequeña misa”. En esta última ópera, menos aceptada por el público, muestra un cambio en su estilo atisbando ya lo romántico.
Bellini (1801-1835): continuador de Rossini, es autor de óperas como “la sonámbula”, “Norma”, y “Los puritanos”. Su característica principal, la muy amplia y lírica invención melódica, fue admirada por todos.
Donizetti (1797-1848). Compondrá unas 65 óperas en un estilo continuador del de Rossini. Si bien en el terreno melódico brilla similarmente a como lo hace Bellini, resulta superior a éste en técnica y seguridad armónica e instrumental. Es autor de obras como: “Lucrecia Borgia”, “Lucía de Lammermoor”, “la favorita”, y sobre todo las óperas cómicas “la hija del regimiento”, “Elixir d´amore”, y “Don Pascuale”.

Verdi (1813-1901): el más grande de los operistas italianos del XIX. En su obra se suelen distinguir tres épocas caracterizadas por rasgos estilísticos propios:
Hasta 1855. Época del patriotismo y de las aspiraciones libertadoras bajo el dominio Austriaco, cuyo espíritu trata de reflejar en sus obras mediante escenas colectivas. Algunas fueron convertidas en verdaderos himnos patrióticos y revolucionarios que le proporcionaron graves problemas con la censura. Con la liberación de 1859 sería considerado casi como un héroe nacional. A esta época pertenecen “Nabuco”, “Rigoletto”, “La Traviatta” y “El trovador”. En ellas, por primera vez en la ópera seria vemos personajes de la misma época y con la misma vestimenta que los espectadores que la contemplan. Musicalmente se caracterizan por una buena asimilación de recursos ya ensayados por sus antecesores Bellini y Donizetti. A partir de 1855 comenzará a liberarse de los tradicionales convencionalismos para acercarse, con un estilo más personal, al espíritu dramático de la obra. A este segundo periodo pertenecen: “la fuerza del sino” (sobre textos del duque de Rivas) y “Aida” (estrenada en el Cairo con motivo de la apertura del canal de Suez en 1871). A partir de 1887 y después de un prolongado silencio musical que durará 6 años el anciano Verdi sorprende al mundo con “Otello” y “Falstaff” (sobre textos de Shakespeare). En éstas óperas consigue llegar al ideal wagneriano de un continuo sonoro donde las arias se unen indisolublemente entre sí y al drama desapareciendo la tradicional y neta división de recitativos y arias, la orquesta reviste mayor importancia, los personajes están mejor caracterizados, apunta un cierto Leit-motiv de influencia Wagneriana, la música está más ligada al drama haciéndose más profunda, sincera y realista, los coros están supeditados a la acción, afloran nuevas armonías, etc.
El verismo o realismo musical.
En el ocaso del siglo XIX surge una nueva corriente dramático musical, llamada verismo, que desechando la temática mitológica, fantástica e histórica del primer romanticismo, trata de buscar un realismo más crudo en los asuntos truculentos de la vida ordinaria. “Caballería rusticana” de Mascagni y “Los payasos” de Leoncavallo consolidarán el verismo musical, siendo casi el primero y último éxito de sus autores.
La figura más destacada del verismo es sin duda Puccini. Sus obras respiran un desgarrado lirismo y muy pocos como él conocieron tan bien los trucos teatrales y los gustos del público para reflejar los diferentes aspectos psicológicos del alma femenina. Por esto algunos le consideran el autor de la ópera psicológica moderna. Entre sus obras podemos destacar: “Mannon”, “la Bohéme”, “Tosca”, “Madame Butterfly” y su obra póstuma “Turandot”.

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